La enferma y la muerte
Bueno, ya; sí estoy enojada, qué digo enojada, estoy encabronadísima. Yo sé que se me nota hasta en la sombra, no tiene que verme así tan condescendientemente, ambos sabemos que estoy del carajo.
O sea, perdón pero esque, ¿cómo carajos? Neta no entiendo nada… Y ya sé que usted tampoco.
Ni sé por dónde comenzar, bueno, sí sé pero es que me cala el pinche orgullo.
Últimamente elijo vicios caros, cosa que no es nuevo, pero estos vicios han resultado ser caros, o sea, no son costosos; no es que me duren para amortiguar el dolor, ya nada lo adormece como antes.
Verá, la semana pasada me empastillé, bueno, o sea no crea que me metí todo el frasco de un chingadazo, nomás me tomé dos de fluoxetina, para adormecer, ¿me explico? Yo lo que quería era dormir largo y tendido por unas 15 horas, como duermo en mi cuarto; pero pinches nada, la verdad ni me acuerdo cuánto dormí, pero sé que no fueron 15, porque de haber sido así estaría yo menos amargadita en este momento. En fin, me drogué y amanecí tipo 10 horas después o algo así y neta, me arrepentí en los primeros segundos: la pesadez del todo, ojos, cuerpo; y lo nublado del cerebro, no manche eso fue horrible, tipo dos días anduve así mega zombie. Me tomé dos pastillas y se sintió como todo el frasco, por dios, qué pinche feo es sentirse así de drogado; y yo sé, yo sé que adormecer es lo que busco pero en verdad, me arrepiento diostodopoderosocreadordelcieloydelatierradetodolovisibleyloinvisiblecreoenunsóloseñorjesucristo… Jajajaja perdón, es lo que me sé de memoria.
No me gusta sentirme así, el vacío, ese vacío tan lleno de niebla, no sé si me explico. Era una nada, la nada era yo y podía sentir dentro de mi pecho la pesadez, la niebla… Quemaba, quemaba a tal grado que empecé a desear sentir.
“La soledad es cabrona” dice mi hermano y hasta ahora lo voy entendiendo. Me lo dijo hace muchos muchos años… JAJAJAJAJA como si de verdad estuviera tan vieja, pero no, no recuerdo con exactitud el por qué me lo mencionó, creo que planeaba irme de casa de mis papás, como siempre, como todo… En fin, me dijo que no le tuviera miedo a la soledad pero en esos entonces, soledad era lo que yo clamaba a gritos silenciosos envueltos en lágrimas; por aquél entonces no me asustaba de mi misma.
Sí, ahora sí. Mirar dentro da tanto miedo que sigo asomándome a la vida desde la cama; como los enfermos a los que ponen frente a una ventana para que por lo menos tengan algo en qué distraerse porque uno no les va a poner atención… Bueno, así. Mirando dentro con pavor y deseando abandonar el letargo autoinducido. Tengo un vacío cada vez más grande y no sé cómo detenerlo, es como un hoyo negro que me carcome poco a poco, lentamente y sin cesar, porque no se detiene, ¿sabe? Ahí está, esperando que me descuide para hacer otra grieta, otro moretón, otro trauma. Y crece cuando me pongo reflexiva, como ahora… ¿O será que sólo entonces le miro con atención? Pues nada, pinche vacío culero que me invade y no avisa, no le importa nada más que seguir haciéndose más grande.
Es en estos momentos cuando le empiezo a acariciar los bordes donde las heridas sangran en demasía y de acariciar paso a rascar, a clavarle las pocas uñas que tengo, en espera de que la muerte me alcance…
La muerte, la pinche muerte… La puta y malcogida muerte que viene a biencogernos a quienes nos lleva y a los que se quedan…
El sábado la vi. Vi la muerte, pasé junto a ella, así, junto a un cadáver y la ignoré. No sentí nada, o sí pero me bloqueé tanto que era pura frialdad cuando caminé junto al cuerpo inerte de una señora con los sesos esparcidos y un charco de sangre que emanó de su cabeza.
¿Podemos ir por un cigarro o dos? No me importa llorar en las jardineras, necesito el cobijo de los árboles.
…
Creo que hasta pisé su sangre. No joda, ¿cómo pude actuar tan fríamente?
…
Salí tarde de casa el sábado, al trabajo. Más tarde que de costumbre si he de confesar. Buscaba taxi porque de otro modo no llegaba a mi destino a tiempo y mi jefa me iba a ir a ver en clase.
Caminé hasta la avenida porque no pasó ninguno que me convenciera y crucé eje 6… Había bastante tierra en el aire y suelo, trabajadores en el camellón y caras de desconcierto… Llegué a eje 5 y no entendí lo que miré, porque ni siquiera miré; uno está tan acostumbrado a ignorar el todo mientras va ensimismado en su propia tragedia y entonces lo vi. Había dos como botes grandes y anaranjados con franjas de cositos que reflejan la luz, ya sabe, esos que usan para señalamientos, y en medio estaba un cuerpo tirado, me atreví a mirar más de lo que es “políticamente correcto” creo yo.
Miré la cabeza y el charco de sangre y mi cerebro no alcanzaba a procesar qué diablos pasaba ahí… Me detuve a mirar un segundo, porque mi lentitud cerebral lo requería para entender y seguí mirando hasta tipo los omóplatos.
La señora iba en ropa tipo deportiva, o al menos una sudadera o chamarra de esas raras de colores, de tela que suenan cuando te mueves, o al menos eso percibí, traía jeans y tenis. Una swastika mal formada en el suelo con un cadáver, bien irónico, ¿no cree? En fin. No sentí nada, bueno, o sea sí estaba empezando a sentir cosas dentro de mi, pero del cuerpo no se desprendía nada, ya estaba muerto, ya no tenía alma, ya no cabía alma en esa muñeca de trapo que conoció la muerte un sábado 8 de Agosto del 2015 tipo a las 9 y algo de la mañana, en un soleado día que prometía ser encantador… Y quizá para alguien lo fue, para alguien a quien la muerte no estaba entorpeciendo su sonrisa.
Caminé junto al cuerpo vacío y muy seguramente pisé su sangre, sus sesos… Crucé la calle ya sin mirar a la muerte, pero todos los que ahí se congregaban me miraban a mi. Como si seguir con mi vida de una forma tan fría requiriera valor, y sí lo tuvo; no sé cómo no me rompí ahí.
Los autos desesperados por cruzar Ermita y sin entender que la muerte estaba tan cerquita, quizá rosando sus delicados cabellos ondeados por el poquísimo viento que hacía.
Llegué al otro lado de la calle y mientras buscaba un taxi miraba al mundo andar, me sentía a mi misma andar sobre el asfalto como si la muerte de un ser vivo no mereciera que se detuviera el mundo.
…
Déjeme voy al baño. Ya vuelvo.
…
Creo que estoy enojada con mi propia mortalidad, con todas las posibilidades que existen para que uno sea infeliz por el resto de su vida y aún así voy por ella eligiendo las cosas que me hacen infeliz, como esos vicios pendejos que he agarrado últimamente.
Ni son cosas, son personas a las que les pongo el título de droga y me las empiezo a fumar, inhalar, inyectar y demás para ver si de menos ellos consiguen que se me olvide el todo, pero no; pinches pendejos que para ni el rato sirven, y más pendeja yo por creer que un fulanito o fulanita equis van a poder salvarme.
Já, qué pinche irónico, y aunque no lo sea…
Esta lección ya la había yo tomado y evidentemente reprobé… Desde hace… Déjeme calcular… Andaba yo con Alli, eso fue cuando terminé con Pamela… O sea del 2006 al 2008… Sip, desde el 2008 vengo reprobando la lección.
Qué pinche triste, ¿no?
Y pues qué le digo, tengo harrrtas ganas de llorar como Magdalena, como bebé rosadito o con cólicos; así bien pinche desconsoladamente y sin frenos, sin explicaciones, sin control. A lo mejor me hace falta llorarle a mi muerte, esa que me he ido ganando con todos mis vicios. Pero qué bonita muerte.
Ni es fácil reconciliarse con su propia muerte, uno tiene que aceptar que la está cagando porque quiere, a pinches propósito y pues, cómo duele saberse mental y emocionalmente discapacitado. Sobre todo porque el círculo vicioso se posa irrompible en lo más profundo del corazón, del subconsciente, ahí donde nacen las ganas de querer vivir…
Así la muerte, así la vida. Las dos caras de una moneda que siempre gira en el aire y que cuando cae, uno ya abandonó el cuerpo que con tanto ahínco maltrató en vida.
Qué difícil también la vida… Qué difícil mi vida, la de los demás, ¿qué?
¿Sabe a qué me recuerdo en este instante? A una canción.
…
Se llama Slip. Escúchela, sobre todo esa parte donde dice “You’re not the light I used to know”
…
Así conmigo, ya no me reconozco.
Era luz y ahora no soy ni un remedo de sombra…
Ya sé que ya acabamos pero hoy no lo quiero dejar; es como si hoy, en este instante, usted me sostuviera a la vida, a esa que tanto maltrato.
Vamos a quedarnos un rato aquí, ¿si? La verdad no puedo ni moverme.
Vamos a escuchar la rola.